Felipe es un emprendedor entusiasta y un chico fenomenal. En cuanto acabó su carrera decidió apuntarse a un programa formativo para emprendedores que financiaban en su ciudad, que es la mía. Estaba tremendamente ilusionado.
Hace un par de semanas, coincidimos saliendo de casa y me sorprendió su entusiasmo con lo que estaba aprendiendo. Me comentó que le estaban enseñando Lean Startup y con algunas frases trató de explicarme en sus palabras la base de todo esto.
Me dijo que se trataba de emprender orientado al cliente. A mí, como profesional de marketing, esto me sonó fenomenal. Pensé «por fin, una iniciativa en el buen sentido». Le mostré mi apoyo y le pregunté qué herramientas les recomendaban para conseguir esto. Sorprendentemente, les animaban a suponer ellos qué piensa el cliente, con poca investigación de por medio (ni tradicional, ni observacional, nada). Para ello, les animaban a utilizar algunas fenomenales herramientas de pensamiento visual, pero no les empujaban a dar un paso más allá.
Una frase que me comentó y no me gustó nada es que «el cliente no siempre tiene la razón, que ellos no saben lo que les podría venir mejor en el futuro«. Ésta me tocó la fibra más sensible como profesional de Marketing. Los de Marketing ya sabemos que los clientes no te van a decir qué solución esperan que cambie su futuro, por supuesto. Hablar con un cliente sobre soluciones futuras, es tan relevante como conversar con un marciano sobre smartphones. Con los Clientes hay que hablar de necesidades, de aspiraciones, de contextos, … En esto siempre tienen razón. Los Clientes son personas, todos somos personas y todos somos Clientes, ¿cómo puedes tirar piedras contra ti mismo?
También me dijo que no hacia falta cuando planteabas tu negocio tenerlo todo claro, que después podías aprender por el camino y corregir tus errores, «si tienes que fracasar, fracasa rápido«. A mí esto ya no me gustó tanto, me sonó a excusa para no aprender, eso si muy atractiva para un joven que acaba de terminar su carrera. Es vender la ilusión de que sólo con la universidad ya puedes lanzar un negocio de éxito.
Por supuesto que el fallo va implícito en montar un negocio, claro. Pero no puedes montar tu negocio pensando en fracasar. Sin la obsesión clara de pensar que va a ser un éxito, es imposible superar los obstáculos, perseverar y triunfar.
Al fallo se le está dando un enfoque demasiado romántico y como tantas veces estamos pasando de un entorno en el que no se toleraba al extremo opuesto, a marcarlo como objetivo y sentirnos orgullosos de él. Se malinterpretan frases de superación y se confunde el obstáculo con el fin. Aquí os dejo algunos ejemplos:
“Success consists of going from failure to failure without loss of enthusiasm.” – Winston Churchill
“Do not fear mistakes. You will know failure. Continue to reach out.” – Benjamin Franklin
El otro día, leí un ejemplo ridículo de hasta dónde ha llegado este «movimiento del fracaso«. Un amigo empresario me comentó que en el CV de un candidato le explicaba orgulloso que había fracasado tres veces anteriormente. Después, durante la entrevista, mi amigo le preguntó si pensaba que su próximo proyecto sería un éxito y él le respondió que si fuera un fracaso tampoco pasaría nada.
Felipe me explicó que lo importante era salir al mercado cuanto antes, contar con un «mínimo prototipo viable«, lanzarlo a los clientes y corregir los errores. De verás, no sé cual de estos componentes me causa más rechazo. Lo de salir al mercado cuanto antes, me recuerda al «es más importante ser el primero que ser el mejor». Yo, ésto lo tengo muy claro: ¿Alguien se acuerda de los hermanos Duryea, los inventores del primer coche a motor? No, la gente se acuerda de Henry Ford que triunfó con su modelo obsesivo de retar al precio, quince años más tarde. ¿Alguien se acuerda del Mp3 de Diamond? No, la gente se acuerda del iPod, la antítesis del prototipo mínimo viable. Lo de «lanzarlo a los clientes» aún sabiendo que tiene muchos errores, me recuerda a la «falta de escrúpulos» de los comerciales de los años 80. Y sí, estoy de acuerdo en corregir los errores, faltaría más.
Por otra parte y pensando en una startup y en nuestro mundo global y competitivo, ¿cuántas oportunidades crees que te va a dar un cliente que no te conoce para escucharte?, ¿cuántas para probar tu producto?, … ¿alguno habéis probado una App para smartphone que no os haya gustado y habéis vuelto a probarla un año más tarde? Cuando para tomar tu decisión tardas un segundo, la diferencia entre sorprender y ser irrelevante es una buena solución bien trabajada.
Otro ejemplo de antítesis a esto, es el trabajo de Apple. ¿Habéis visto algún producto de Apple poco trabajado en su lanzamiento al mercado? ¿Algún mínimo prototipo viable? No. ¿Habéis visto algún lanzamiento que no venga acompañado de una campaña de marketing brillante? No. ¿Y con Nespresso? Ah, será que sólo vale para negocios digitales. Tal vez, ¿Groupon? ¿Smartbox? No. Entonces, ¿por qué recomiendan a los chicos jóvenes que hagan un trabajo mediocre y se lancen a fracasar? ¿Por qué no les animan a aprender más marketing, más creatividad, más estrategia, más diseño, más tecnología?
No, en absoluto se trata de aprender a fallar, se trata primero de aprender a secas (aprender a plantear una buena estrategia, un buen marketing, una buena investigación, un buen diseño, buena tecnología, creatividad, comunicación,…) y con el planteamiento más sólido posible aprender de los fallos, del entorno, de los clientes, del mundo.
Felipe fracasó en su intento, su negocio aguantó poco el mercado global y competitivo en el que nos movemos. Aguantó poco el contraste con la abundancia de talento global. Aguantó poco contra un buen diseño, un buen marketing, una buena estrategia, … Su negocio era un castillo de papel. El fracaso no crea motivación, el deseo del éxito y la superación de uno mismo a través del aprendizaje, sí.
Hace poco me reuní con una emprendedora que había asistido al mismo programa, me explicó su idea. Le comenté que veía al menos 3 negocios diferentes en ella, le anime a enfocar su negocio, a pensar en necesidades reales, a investigar a su público objetivo, a aprender más de programación y diseño, … Me ofrecí, por puro compromiso personal a ayudarla en su camino si estaba de acuerdo en elegir uno solo de los negocios (estrategia es saber renunciar). Su respuesta fue que prefería equivocarse con su idea que cambiarla, un claro reflejo de este «movimiento del fracaso».
En España, el «movimiento del fracaso» está creando una irresponsable actitud hacia la toma de riesgos innecesarios y está dejando de aprovechar las enormes oportunidades de aprender y hacer las cosas mejor, gracias a todas las nuevas ideas, las nuevas metodologías y herramientas que están surgiendo gracias al talento global en marketing, en investigación, en diseño, en estrategia, en creatividad, en comunicación, en tecnología, …
Creo que algún día, muchos de estos emprendedores con más experiencia, volverán la vista atrás y mirarán con rabia a estos profesionales de cartulina, profesores que repiten consignas atractivas y tentadoras, que transmiten una falsa seguridad sin cuestionar las ideas, que reconocen que están creando una burbuja sin resultados, que roban tiempo e ilusión de nuestros jóvenes. No seré yo quien tire la primera piedra, pero tampoco me pondré delante.
Algunos de estos profesionales publican blogs con bastante éxito y son seguidos por miles de jóvenes, todavía están a tiempo de dejar los mensajes fáciles, de repetir las nuevas consignas como loritos, de aprender y reflexionar. Si no sabes de un tema, no improvises, aprende primero. Para construir un futuro lleno de valor para las personas, todos debemos realizar el mejor de nuestros esfuerzos. Siempre aprender, ¡lo siento, ningún camino fácil merece la pena!