¿Te has dado cuenta hasta qué punto ha cambiado nuestro mundo en los últimos cinco años? La globalización ha puesto al mundo en dos ritmos de crecimiento. Por una parte, los países desarrollados con un crecimiento muy suave, casi plano, dudas sobre las bases de su competitividad en el largo plazo y estructuras sociales y de bienestar complejas. Por otra parte, los países en desarrollo con crecimientos muy notables y una demanda interna «enorme» que se suma a los mercados de gran consumo encantada de poder disfrutar, por fin, de las ventajas del mundo desarrollado.
Para las empresas, este mundo está lleno de dualidades.
Observamos como sectores enteros que han atravesado una larga fase de madurez, o incluso han estado a punto del shock (ej. automoción), vislumbran ahora una etapa gloriosa gracias al crecimiento de los países emergentes y vuelcan hacia ellos toda su inversión, dejando detrás países en los que sus mercados se retraen abiertamente (ej. España).
¿No hay esperanza para las empresas en los países desarrollados?
Observamos como ofertas maduras basadas en generaciones y extensiones apenas consiguen sobrevivir, al tiempo que otras que apuestan por la creación de valor y los saltos disruptivos, obtienen éxitos sin precedentes (ej. Apple, Toyota, …). Jamás, había habido tantos buenos ejemplos de lo rentable que puede ser apostar por aportar valor.
Hay esperanza, pero pasa por cambiar las reglas.
Hay esperanza, pero pasa por saltar a enfoques más competitivos.
Hay esperanza, pero pasa por la orientación hacia las personas y sus valores.
Hay esperanza, pero pasa por la creatividad.
Hay esperanza, pero pasa por una nueva Estrategia y un nuevo Marketing.